
Un Martí que convoca y que reencarna en cada cubano digno y patriota
Tres caminos conducen al obelisco que inmortaliza el lugar donde cayó, hace 130 años, el Héroe Nacional de Cuba. Uno de ellos refleja la última ruta que Martí, sobre el brioso caballo Baconao, tomó para encarar al enemigo que oprimía a su patria.
Cada una de estas rutas está hecha de piedra china pelona, abundante en el río Contramaestre, y que fueron utilizadas por Máximo Gómez y sus hombres para inmortalizar este pedazo de tierra aborigen, mambisa y rebelde, fertilizado con la sangre del más universal de los cubanos, de un hombre visionario que cayó de cara al sol, cumpliendo con su convicción de dar la vida por la independencia de Cuba.
A esta zona, cada mayo llega gente para colocar su piedra en aquel rústico promontorio, sobre el cual hoy se erige un obelisco de 10 metros de altura, cuya forma piramidal evoca la inmortalidad del pensamiento martiano, caracterizado por el amor a la patria, el independentismo, el antimperialismo y el humanismo.
Para lograr esta solemne y majestuosa construcción fue esencial el impulso de Rafael Estrada, quien se encargó de recolectar los fondos para tamaña empresa, al ver cómo la maleza se apoderaba de aquel sitio, símbolo de la coherencia entre las ideas y las acciones de Martí.
Esas ideas inspiraron a Fidel y a la Generación del Centenario, y fueron las mismas que motivaron al Comandante Camilo Cienfuegos a llegar hasta allí el 19 de mayo de 1958, a cumplir con su deber como martiano.
En el informe que sobre aquel suceso envió al Comandante en Jefe, se pudo apreciar el deterioro y el olvido al que estaba sometido aquel sitio, en tiempos de entreguismo, corrupción y terror:
“Fuimos al panteón donde cayó el Apóstol y colocamos, como él quería, una bandera y un ramo de rosas, y se puso otra bandera, la del 26. Hicimos un minuto de silencio en memoria de los caídos, y dos descargas de fusilería. De más está decirle que la aviación ametralló más tarde los alrededores. Aquello es una vergüenza, cómo está de abandonado. Tenía planeado mandar a limpiarlo y arreglar el lugar. Ya nos encargaremos de hacerlo.”
Y así lo hizo la Revolución triunfante, que lo declaró Monumento Nacional en 1975 y lo convirtió en un lugar de referencia para cada cubano digno y patriota.
Han pasado 13 décadas desde que, en este terruño de Jiguaní, en la actual provincia de Granma, cayera ese genio político defensor de la unidad, del latinoamericanismo, de la construcción de una Cuba con todos y para el bien de todos. Ideas que hoy defienden millones, y con las que enfrentan juntos la arremetida del gigante de las siete leguas.
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