
Centrismo en Cuba. ¿Alternativa o más de lo mismo?
La Revolución enfrenta una agresión ideológica que se perfecciona y actualiza. Para ello el enemigo apela a la denominada guerra cognitiva, donde el razonamiento crítico desaparece, se practica el desmontaje de la historia, dando lugar al predominio de las emociones banales y elementales.
El ataque se diseña, ordena y financia desde EE. UU., gobernado por la extrema derecha que encabeza Donald Trump. En particular en el enfoque hacia Cuba, prevalece la postura que puede calificarse de neobatistiana, gestionada por la mafia cubanoamericana del sur de la Florida, que tiene en el Secretario de Estado, Marco Rubio, al miembro que más escaló hasta el momento en el poder ejecutivo federal.
De manera que esa guerra cognitiva conlleva sobre todo el enfrentamiento radicalizado, homogeneizando las formas más hostiles del ataque contra Cuba, sin escrúpulos ni medias tintas, con tácticas de manipulación, tergiversación y mentiras rampantes; con sus matices la orden es de todo o nada.
Es en ese contexto donde asoma el centrismo, supuesta alternativa a los dos extremos: el campo revolucionario y patriótico vs. la contrarrevolución de talante ultraderechista.
A primera vista podría decirse que detenerse en observar el centrismo es en apariencia inútil, total no debe concitar el apoyo del poder en Washington; incluso algunos de sus exponentes en Cuba han tenido y quizás mantienen vínculos con el opositor Partido Demócrata, a quien el trumpismo acusa de izquierda radical.
Sin dudas hay una trampa en estas supuestas visiones encontradas en Washington, porque en rigor todos coinciden en un propósito, más allá de las formas: desmantelar a la Revolución cubana.
Pudiera pasar que bajo la conducción de Marco Rubio y el alto nivel de articulación con otros sectores de la mafia cubanoamericana, predominen las medidas más agresivas; pero la historia demuestra fehacientemente que el imperialismo no es un actor racional único; no, también siguen trabajando los demás carriles subversivos, cada cual en su espacio y posibilidades.
¿Qué es el centrismo en Cuba? El centrismo cubano, dígase que cumple las generales de la ley, reproduciendo comunicacionalmente los enfoques políticos de los llamados moderados, liberales le dicen en EE. UU., también socialdemócratas al estilo eurooccidental actual. Todo esto traducido al cubano, porque se trata de influir en una realidad diferente a la estadounidense o la europea.
En el norte buscan salvar valores ahora decadentes, superados por la propia deriva autoritaria de la ultraderecha, que actúa así porque asume que es la única forma de salvar al sistema capitalista imperial. Hasta cierto punto tienen razón, porque hay una coherencia entre ese autoritarismo y la hiperconcentración del capital, que decide la estructura o base socioeconómica de este sistema.
Pero en Cuba los centristas cuestionan un proyecto de país pensado para superar las contradicciones de ese capitalismo salvaje, como bien le nombran. Es decir, en teoría muy superior, más equitativo, solidario, en interés de toda la comunidad y donde no cabe, en su concepción, la lógica de sálvese quien pueda.
En otras palabras, el liberalismo en EE. UU., o la socialdemocracia intenta recuperar un pasado de tipo benefactor, inviable ahora. En Cuba, el centrismo se propone entorpecer con cantos de sirena, un futuro superador.
La semántica del centrismo cubano es muy parecida a la matriz norteña. Palabras como democracia, libertad, conciliación entre adversarios, que en la práctica son irreconciliables, y un largo etcétera, que sugiere un modelo político idealizado, que no funciona ya prácticamente en ningún lugar.
Al menos en América Latina esa democracia está llena de falacias, medias verdades, procesos electorales donde el poder queda en las mismas manos, con diferentes sellos partidarios, fraude endémico y cuando algo falla, y aparece un outsider de izquierda, judicialización de la política o golpe parlamentario, por solo citar algunas de las herramientas para regresar las cosas al orden burgués originario.
En Cuba se muestran como posmodernos, contra todo tipo de dogmatismo dicen, y claman por un tipo de actualización del modelo económico cubano que, si se le rasgan las vestiduras, devela mecanismos de mercado sin control, acompañado por una especie de pluralismo político, obviando que en caso este último prospere, en Cuba sería meter al anexionismo 2.0 en la política nacional.
Este centrismo no se presenta como abiertamente capitalista, hasta tolera un debate sobre los estragos del neoliberalismo e incluso también admite una crítica, descafeinada muchas veces, de los daños que provoca el bloqueo estadounidense contra Cuba.
Esto es así porque el proyecto centrista tiene como público meta de sus publicaciones y mensajes, básicamente al que se sigue identificando con la Revolución, y en segundo plano los que aún no están reclutados en su subjetividad o en su comportamiento político, por las propuestas contrarrevolucionarias más abiertas o extremas.
Lo anterior explica que en sus publicaciones el centrismo cubano brinda espacios a pensadores que militan en general en el campo revolucionario, pero que suelen tener cuestionamientos a la forma de gestión del gobierno; en todo caso, esto es coherente con el perfil centrista que buscan posicionar.
El objetivo del centrismo es obvio: fracturar el consenso revolucionario. Reiteradamente el gobierno y el Partido concitan el mayor cúmulo de críticas en el universo centrista; admiten el daño que propala el llamado clúster contrarrevolucionario, pero especialmente demeritan el trabajo de la actual dirección del país, apelando incluso a una soez comparación con la generación histórica que triunfó en 1959.
Otra arista, quizás la más velada y por tanto lesiva, es la más cerrada defensa de formas de gestión no estatal, como si fueran actores económicos impolutos, donde por ejemplo algunos evaden el fisco, una de las problemáticas existentes en estos sectores, algo harto demostrado.
En ese sentido, el centrismo procura erigirse en una expresión de estos sectores, por ahora despolitizada en apariencia, a los que exponen como víctimas de atropello o incomprensión de parte de las autoridades, lo cual es un absurdo porque fueron esas mismas autoridades quienes les ofrecieron un lugar en el entramado económico del país y está refrendado en la Constitución.
Evidentemente el centrismo no es una mera abstracción, sino un mecanismo discursivo con efectos políticos muy concretos.
Proponen un tránsito suave al capitalismo, apreciable en los esbozos de programa político que han divulgado, siendo el más emblemático el que defendió Antonio Guiteras, en otra época muy diferente.
En ese sentido, en la práctica intentan convencer de volver al pasado, desconociendo la dialéctica de la historia, defendiendo un modelo para una Cuba que desapareció hace casi 90 años.
Tomando en cuenta lo anterior, en perspectiva el centrismo constituye un fraude ideológico, porque al final no es una cosa ni la otra, aunque en rigor son tan anti Revolución socialista como el mencionado Marco Rubio.
Detrás del supuesto pluralismo y buenos modales, el centrismo es otra modalidad de esta guerra ideológica, para ser más preciso, aunque no parezcan tan amables como las que emplean los centristas.
Así las cosas, es momento de claridad meridiana de cuáles son los principios fundacionales de la Revolución, de qué se trata cuando se habla de horizonte socialista, donde no cabe naturalizar el capitalismo, ni la tercera vía, al estilo liberal estadounidense.
Los tiempos son desafiantes, el propio General de Ejército, Raúl Castro, lo resumió en una icónica frase: la construcción del socialismo en Cuba es un viaje a lo ignoto; es también desde luego lealtad a lo que aparece en el Concepto de Revolución, con mayúsculas, expresado por el líder histórico de la Revolución, el primero de mayo del 2000. Esa es la guía.




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