Frank País y Raúl Pujol viven en el pueblo
"¡Qué bárbaros!, lo cazaron en la calle cobardemente valiéndose de las ventajas de que disfrutan para perseguir a un luchador clandestino! ¡Qué monstruos! No saben la inteligencia, el carácter, la integridad, que han asesinado", expresó el Comandante en Jefe de la Revolución, Fidel Castro, el 31 de julio de 1957 en carta a Celia Sánchez al conocer la noticia del asesinato de Frank País.
El 30 de julio de 1957 marca un día de honda tristeza para Cuba. En esa fecha, sobre las cuatro de la tarde, fueron asesinados a sangre fría Frank País y Raúl Pujol.
El Callejón del Muro, en Santiago de Cuba, fue testigo de uno de los crímenes más horrendos realizados por la tiranía batistiana y que recibió una contundente respuesta por parte de los santiagueros.
Ambos revolucionarios se refugiaban en casa de Pujol. Al enterarse de que la policía se encontraba inspeccionando casas cerca de allí, decidieron alejarse de la zona, cuando fueron interceptados por los guardias.
Al registrarlos, descubrieron una pistola que llevaba Frank, identificado por uno de los guardias. Fueron golpeados y cobardemente asesinados por el Teniente Coronel José María Salas Cañizares, uno de los esbirros más leales a la dictadura de Fulgencio Batista.
A sus escasos, pero fecundos 22 años, Frank había demostrado con creces el valor y la lealtad al creciente movimiento revolucionario. Destacó como líder estudiantil y aún hoy es considerado el alma de la lucha clandestina. Esas condiciones lo llevaron a ser nombrado jefe de Acción y Sabotaje y miembro de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio. Fue un amante de la poesía, músico y pintor aficionado, pero, sobre todo, maestro y revolucionario.
Frank incorporó a la lucha a obreros y jóvenes, y siempre buscó incluir a personas de todas las edades y sectores sociales. Organizó y lideró el alzamiento en Santiago de Cuba el 30 de noviembre de 1956 que serviría de apoyo al desembarco de la expedición del Granma, aunque el mal tiempo retrasó la llegada del yate a la isla.
Raúl Pujol fue uno de los organizadores de la Resistencia Cívica santiaguera y su casa acogió varias reuniones del Movimiento 26 de julio y sirvió de refugio a Frank País en no pocas ocasiones. Tras la conformación del II Frente Oriental, fue uno de los encargados de confeccionar los implementos necesarios, además de la adquisición de equipos y suministros. La ferretería en la que trabajaba se convirtió en centro de operaciones de las fuerzas revolucionarias.
Tras la muerte de Frank, justo un mes después de que asesinaran a su hermano Josué en esta misma ciudad, las mujeres fueron junto con su madre Rosario García Calviño a reclamar el cadáver.
Nadie pudo impedir que lo vistieran con el uniforme verde olivo del Ejército Rebelde, y llevara sobre el pecho la boina y el brazalete del Movimiento 26 de Julio.
Una huelga general espontánea, la cual llenó más de 20 cuadras, paralizó la ciudad al día siguiente. Los dos entierros se unieron y varias voces, respaldadas por un coro estremecedor, se alzaron para condenar a la tiranía.
Su sepelio constituyó una expresión masiva de dolor y repudio al ignominioso hecho y a la dictadura que mantenía una feroz represión y había enlutado a miles de familias cubanas en la década de los años 50 del pasado siglo.
Santiago mostró su fuerza y su cólera, sin miedo, desafiando a las armas que los apuntaban en esquinas y plazas. El pueblo recorrió las calles cantando y clamando justicia, bajo una lluvia de flores procedentes de muchos balcones.
En esa misma carta dirigida a Celia Sánchez, el líder de la Revolución Cubana expresó: "no sospecha siquiera el pueblo de Cuba quién era Frank País; lo que había en él de grande y prometedor. Duele verlo así, último en plena madurez a pesar de sus 23 años, cuando estaba dándole a la Revolución lo mejor de sí mismo".
En honor a ellos y a los 20 mil cubanos que perecieron en la lucha antibatistiana, el 26 de julio de 1959, en el Cuartel Moncada, el Consejo de Ministros acordó declarar esa fecha como el Día de los Mártires de la Revolución.
Un pueblo que aún los recuerda.
El pueblo de Santiago de Cuba, no olvida a sus hijos, a esos que derramaron la sangre para ver a Cuba libre de ataduras.
Es por ello que cada 30 de julio, sus calles se llenan de colores, banderas cubanas y del 26 de julio para honrar al "más valioso, el más útil, el más extraordinario de nuestros combatientes", como expresara Fidel Castro.
Al filo de las cuatro, como acontece cada año, los santiagueros marchan hasta el camposanto de la ciudad para rendirle homenaje a los Mártires de la Revolución.
Desde los balcones de las casas de la Calle San Pedro, caen pétalos de rosas, como mismo ocurrió en 1957, sobre las banderas.
Los vítores de ¡Viva la Revolución! o ¡Patria o Muerte!, estremecen a la ciudad, una ciudad que no olvida a 67 años aquel horrendo hecho que marcó un antes y un después en la lucha contra la tiranía impuesta por el gobierno de Batista.
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