Sociedad
Con los niños de Matanzas

Con los niños de Matanzas

Mario Ernesto Almeida Bacallao
Granma
Los doctores y doctoras, enfermeros y enfermeras, que salieron hace semanas de Pinar del Río para venir a ayudar en las difíciles horas del dengue y el chikungunya, no pueden volver a sus casas sin sentir que esta ciudad y este país les está diciendo gracias

Si usted vive o anda por Matanzas y quiere darle un abrazo a gente buena, pues haga el tiempo y pase por el hotel Velasco.

No se quede en la puerta. Pregunte por los doctores y doctoras, enfermeros y enfermeras, que salieron hace semanas de Pinar del Río para venir a ayudar en las difíciles horas del dengue y el chikungunya.

Vaya, siéntese un rato, y sabrá que a todos los llamaron en la tarde del miércoles 8 de octubre, y que en la mañana del jueves ya estaban entrando a terreno yumurino.

Son rostros distintos los que puede encontrarse. La doctora Yaniris, por ejemplo, es pequeña de cuerpo y suave de tono, como si hubiera nacido ya prediseñada para ser pediatra, para trabajar con niños.

Ella le hablará de su casa en un pueblito de Consolación del Sur con nombre raro, Puerta de Golpe, desde donde va todos los días –excepto estos– hasta la ciudad de Pinar, a su hospital. Y dirá que hay que vivir dando gracias a todo el mundo, pensando, entre otros, en la gente que cada mañana le da un aventón que, más que salvarle el día a ella, quizá le salve la vida a unos cuantos pequeños de Vueltabajo.

Yaniris, quien tiene 29 años, va a decir que nunca ha estado lejos de su casa tanto tiempo seguido, ni siquiera cuando pasó el servicio social en Sandino, porque los fines de semana siempre daba los viajes. Abrirá los ojos para detallar lo que detallarán casi todos los demás: que nunca imaginó que Matanzas fuera tan hermosa, y que la gente ha sabido ser buena con los médicos que llegan; buena, agradecida y tierna, que viene siendo, en los tiempos que corren, más o menos lo mismo.

También se puede encontrar con Aldo, médico general integral, que el 12 de octubre, estando en un hospital de aquí, supo que la ciudad cumplía aniversario el mismo día en que su niña, allá a lo lejos, llegaba a los cuatro años. Y Aldo acotará que acá también recién cumplió los 29, y que interrumpió la misión y regresó a Pinar porque su niña enfermó y fue ingresada…, y Aldo volvió luego a Matanzas y aquí está, acordándose de que en los primeros días cada médico veía, en una sola guardia, entre 60 y 70 pacientes, que ha bajado un poco el ritmo, pero que «la cosa» sigue.

Si ve a Mairelis, ella le comentará que cuando le pidieron venir estaba a punto de recibirse de pediatra, de especialista, y que se quedó encasquillada unos minutos, a sus 31 años, preguntando por su graduación, hasta que le dijeron que claro que se iba a graduar, pero que lo urgente era Matanzas.

Y la llamada a su madre en Los Palacios para contarle que ese fin de semana no podría verla tampoco…, y entonces carretera al este, a los niños con dengue o algo que se le parece, y a sus padres también, explicará, porque cuando el niño «cae», mamá y papá, incorregibles acompañantes, suelen enfermar también y ahí están, cerca, pero con fiebres y dolores.

Puede usted que vea a Manuel, enfermero, 36 años, quien hará la historia del miércoles 8, cuando estaba de guardia en su terapia intensiva del Hospital Provincial Abel Santamaría Cuadrado, y que ese día la guardia se quedó a medias, y a su casa rápido, en el Entronque de Herradura, y a Matanzas.

Emocionado, con ojos punzantes, Manuel va a decir que nunca había trabajado con niños, que no cambiará su trabajo en la terapia, porque él ama lo que hace, pero que estar hoy con la vida de los niños entre las manos es un acto que, cuanto menos, sobrecoge y abraza.

Y con suerte encontrará a Noel, con un rostro de 55 años e historias muy distintas, porque Noel sí ha salido mucho de Pinar del Río y sabe lo que es pasar de la normalidad de su sala de operaciones oftalmológicas a ser enfermero emergencista y trotamundos, luego de terremotos y entre epidemias. Cólera, ébola, covid-19; China, Haití, Guinea Conakri, Mozambique, Italia, Venezuela; cinco o seis condecoraciones importantes que lleva escondidas detrás del pulóver blanco, algo gastado, que dice Cuba.

Son de por allá, de Puerta de Golpe, de Los Palacios, de Herradura, de Pinar…, y están metidos en Matanzas hoy, siendo picados por los mismos mosquitos que los niños que han venido a atender. Son más de cinco. Vaya usted al Velasco, donde a ratos descansan, vaya… y deles un abrazo a los que se encuentre, porque no pueden volver a sus casas sin sentir que esta ciudad y este país les está diciendo gracias.

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