Sociedad
Che trabajo voluntario

Una nueva cultura de trabajo

Che Guevara
PCC
Discurso pronunciado en un acto organizado el 21 de agosto de 1962 por la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) en homenaje a los obreros de cuatro fábricas sobrecumplidoras del plan de producción. Se encontraba presente el encargado de negocios de la República Democrática Alemana (RDA).

Che en la memoria

 

 

EL CHE POR EL CHE

 

La web del Partido Comunista de Cuba da continuidad al proyecto iniciado por Panorama Mundial, el Centro Che y las Cátedras Honoríficas Che Guevara de las universidades cubanas con este otro discurso del Che, Una nueva cultura de trabajo, pronunciado en agosto de 1962, cinco meses después del inicio oficial del bloqueo y la guerra económica del gobierno de los EEUU contra Cuba.

Hoy son mayores las dificultades creadas por la guerra económica total y el bloqueo incrementado por Trump y las leyes Torricelli y Helms/Burton, la épica de la resistencia que hemos realizado y el hecho de seguir siendo un país libre y soberano suscita  respeto, admiración y solidaridad en el mundo.

Pero como nos enseña el Che en sus reflexiones, se impone corregir los errores e insuficiencias, desviaciones y distorsiones, sobre todo en la disciplina económica, la que los directivos y jefes administrativos, los trabajadores como dueños colectivos de los medios de producción y todos en la sociedad, tenemos que hacer cumplir. 

 

Una nueva cultura de trabajo

Discurso pronunciado en un acto organizado el 21 de agosto de 1962 por la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) en homenaje a los obreros de cuatro fábricas sobrecumplidoras del plan de producción. Se encontraba presente el encargado de negocios de la República Democrática Alemana (RDA). 

 

 

Compañero Encargado de Negocios de la hermana República Democrática Alemana; 

Compañeros todos: 

Este acto tiene una doble significación, que ya apuntara el compañero Lázaro [Peña]*, de rendir tributo de agradecimiento a todos los trabajadores de la República Democrática Alemana, que materializan su amistad a través del mar acortando las distancias y nos estrechan su mano fraterna, ayudándonos en esta etapa de la construcción del socialismo con una de nuestras armas más queridas, como son las herramientas de trabajo. 

La otra significación es la de celebrar, todos reunidos, el que un grupo de fábricas de nuestro ministerio, en las difíciles condiciones creadas por el bloqueo imperialista, haya podido, sin embargo, romper sus metas de producción. Estas fábricas pertenecen a empresas distintas, pero todas están estrechamente ligadas por el consumo del pueblo: los dos molinos harineros, que pertenecen a la Empresa Consolidada de la Harina, una de las fábricas de la Empresa Consolidada de la Goma y la fábrica de hielo, que pertenece a la Empresa Consolidada de Cervezas y Maltas.

Desgraciadamente, por las condiciones actuales, no han sido las otras fábricas de la Empresa de Cervezas y Maltas, las productoras de cervezas, las que hayan podido romper muchas metas, hemos tenido que reducir mucho la producción, porque toda la materia prima es importada.

Esa es, en general, la tragedia de nuestra industria, creada en condiciones semicoloniales, dependiendo para su abastecimiento del extranjero. En esas condiciones hemos tenido que desarrollar, simultáneamente, técnicas nuevas para adaptarlas a las materias primas distintas que venían de los países socialistas, técnicas nuevas, también, para ahorrar más material, para encontrar, en algunos casos, materias primas cubanas, insistir, lo más posible, sobre el ahorro de las materias primas y la importancia que tiene para nuestro desarrollo y tratar de elevar, todos juntos, nuestra conciencia revolucionaria, para hacer del trabajo el centro de todos nuestros afanes en la dura lucha por la construcción del socialismo. 

En esta tarea, la emulación tiene un papel preponderante. Y estos compañeros, emulando a veces entre fábricas, otras veces entre sindicatos o entre empresas, han ido rompiendo, una a una, distintas metas. Hace unos días festejábamos en el Molino «Echeverría» de La Habana, el que se produjera el saco cien mil en el mes, y pocas horas antes, sus contrincantes, los del Molino Harinero «Frank País» de Santiago, habían roto su marca de cincuenta mil sacos. En esta forma, la emulación, convirtiéndose en algo así como una disputa colectiva donde interviene la conciencia de los trabajadores para armonizarla y hacerla como una competencia deportiva, va poco a poco interesando a las masas en el trabajo. 

Esta reunión es la muestra de los avances que hemos logrado. Sin embargo, como toda reunión seria de revolucionarios en esta época, también cabe hacer una autocrítica sobre los sistemas y métodos empleados hasta ahora para hacer de la emulación un verdadero aparato movilizador de las masas.

Todos ustedes, compañeros obreros, saben que hemos trabajado desde hace tiempo en la emulación; que presentamos algunas bases al último congreso, en el Congreso Obrero del mes de noviembre del año pasado. 

Sin embargo, no pudimos separarnos de cierto espíritu formal y burocrático, y actualmente es tarea realmente de especialistas de alto vuelo el poder descifrar, a través de todas las tablas de la emulación, quién es el ganador o quién va delante de la competencia. Convertimos la emulación en una competencia formal, la alejamos del centro lógico donde debíamos haber apoyado su fuerza, que es en las masas. 

Pero los trabajadores, conscientes de su importancia, llenos de entusiasmo revolucionario, rompieron las barreras formales y empezaron a emular por su cuenta en distintas unidades de producción. 

Nosotros tenemos que recoger la experiencia de nuestros errores y discutir constantemente con las masas, discutir de tal forma que esta tarea de la emulación sea una tarea realmente colectiva; que no triunfen en la emulación solamente aquellos que logren alcanzar sus metas, o romperlas —como en algunos casos se han roto—, sino que triunfen aquellos que rompen metas porque las doblan, o porque las triplican, porque alcanzan resultados verdaderamente fabulosos. Y que nadie pueda ganar una emulación en el futuro por el solo hecho de llegar a la meta. 

Es decir, que toda la masa de los trabajadores de cada fábrica esté consciente de que este trabajo de la emulación es algo más que una competencia en un determinado momento, y que es una parte vital del trabajo de la nación; que todos estén interesados en la emulación; que todos los trabajadores comprendan bien la importancia que tiene el resultado de la emulación que es producir más y mejor, aumentar la producción, aumentar la productividad y aumentar la calidad de los productos, ahorrar el consumo de todas las materias primas. 

Y que de todas esas verdades elementales se puedan hacer sistemas; que está bien que organicemos en sentido nacional para poder establecer los ganadores absolutos después de cuentas complicadas, pero que todos ustedes emulen a todos los niveles; de taller en taller, de departamento a departamento, de fábrica a fábrica, de empresa a empresa, de organismo a organismo, y que la emulación sea parte de la discusión cotidiana del trabajador en sus horas libres. Ese sería el real triunfo de la emulación. 

Y es muy importante, porque estamos en una etapa dura de la Revolución. Es la etapa de la construcción del socialismo, en las condiciones de bloqueo imperialista, a ciento cincuenta kilómetros de las costas norteamericanas; rodeados por el enemigo día y noche; vigilados, espiados por sus aviones que violan nuestro territorio; que lanzan espías desde la Base [Naval] de Guantánamo; hollado nuestro territorio nacional por la mancha de Guantánamo; amenazados constantemente por una invasión que puede significar la guerra más cruel de toda la historia de la humanidad; sintiéndonos en cierta manera vanguardia del proletariado del mundo, en un amplio frente de lucha donde hay muchos puestos de vanguardia, pero teniendo ese orgullo de defender aquí lo más preciado del hombre: su derecho a desarrollarse libremente, su derecho a construir una sociedad nueva en nuevas condiciones, donde no haya explotadores ni explotados.

Y para todo esto, mientras la agresión imperialista no se materialice, mientras quede solo la amenaza, mientras no sea necesario tomar el fusil, tomar el arma que la Revolución nos asigne por suerte y, por ayuda de nuestros amigos, cada vez más fuerte y cada vez más capaces de destruir una invasión; mientras ese momento no llegue, el trabajo es el lugar cotidiano de lucha, es el lugar donde nos estamos enfrentando al imperialismo en cada hora de nuestra jornada.

Y ese trabajo debe hacerse lo mejor posible, con el mayor interés; porque la construcción del socialismo está basada en los frutos del trabajo, en la mayor producción, en la mayor productividad. En balde sería que profundizáramos al máximo nuestra conciencia, si no pudiéramos aumentar nuestra producción, si no tuviéramos bienes que repartir al pueblo. El socialismo es un sistema social que se basa en la distribución equitativa de las riquezas de la sociedad, pero a condición de que esa sociedad tenga riquezas que repartir, que haya máquinas para trabajar, y que esas máquinas tengan materias primas para producir lo necesario para el consumo de nuestra población. Y en la medida que aumentamos esos productos para distribuirlos entre toda la población, vamos caminando en la construcción del socialismo. 

Nuevas fábricas tendrán que venir, porque el socialismo se basa en la técnica, el socialismo se asienta en una sociedad desarrollada técnicamente; no puede existir en condiciones feudales, en condiciones pastoriles, se desarrolla sobre la técnica. 

El trabajo contribuye, pues, con sus frutos, a dar la producción y, además, el trabajo ejercido día a día, con entusiasmo creador, desarrolla en todos nosotros la conciencia del socialismo; productividad, más producción, conciencia, eso es la síntesis sobre la que se puede formar la sociedad nueva. 

Pero, no nos olvidemos que todavía no hemos formado la sociedad nueva, que todavía no se han borrado todos los recuerdos del pasado, los recuerdos de lucha; pero también los vicios de un pasado mezquino, de un pasado que ahogaba al hombre; que las masas obreras que hoy entran a la construcción del socialismo no son puras, porque están constituidas por seres humanos que tienen también en sí toda una serie de malos hábitos heredados de otra época —digo mal tiene, tenemos—, todos tenemos estos malos hábitos heredados de otra época, que pesó sobre nosotros durante muchos años. 

Todos hemos sido hijos de ese medio, hemos destruido lo fundamental y lo hemos cambiado, pero no hemos podido destruir en nuestra conciencia con la misma rapidez aquellos malos hábitos. Ni el ejercicio del trabajo social, del trabajo en comunidad, del trabajo donde el trabajo de uno se funde en el de todos contribuye a dar esa nueva conciencia: la del hombre que siente el trabajo como una necesidad moral, y no solamente como la necesidad material para llevar el salario a sus hijos, a sus familiares. 

En esta etapa hay toda una serie de medidas que tomar para que se vaya haciendo cada vez más estrecha la ligazón entre las masas y el gobierno; para que nos vayamos depurando de los vicios del pasado, y para que vayamos formando un Estado fuerte, rico, con los mejores de sus hijos, que contribuyan con su trabajo en tareas de dirección a caminar más rápidamente este período de tránsito al socialismo y el período siguiente a la sociedad socialista, porque ya debemos pensar —aunque sea como un futuro lejano—, en el comunismo, que es la sociedad perfecta, que es la aspiración fundamental de los primeros hombres que supieron ver más allá del tiempo presente y predecir el destino de la humanidad. 

Entre esos factores podemos señalar, y señalar como muy importante, el de la disciplina. Al romperse la estructura de la vieja sociedad, el obrero se sintió liberado de una serie de trabas que pesaban sobre él, y muchos compañeros creyeron que alcanzar esta nueva etapa de la sociedad, significaba, automáticamente, estar libres de deberes y adquirir solamente derechos. Eso es, precisamente, el reflejo de la vieja sociedad en la conciencia de hombres que están construyendo una sociedad nueva.

La disciplina, sin embargo, compañeros, es fundamental para el trabajo de construcción. No consideren a la disciplina como una actitud negativa, es decir, como la sumisión a la dirección administrativa. La disciplina debe ser en esta etapa absolutamente dialéctica; disciplina consiste en acatar las decisiones de la mayoría, de acuerdo con el centralismo democrático, en seguir detrás de los grandes lineamientos de un gobierno que ha sido apoyado por las masas; en discutir en cada nivel los problemas fundamentales del taller, de la fábrica, o de la empresa, para la producción mejor, el discutir colectivamente siempre, el participar los trabajadores, a través de sus organismos, cada vez más en la dirección de la fábrica, en el sentido de tener participación en las discusiones y en las decisiones sobre la producción, y en vigilar constantemente para que el aparato administrativo cumpla también cada una de las reglas disciplinarias que debemos todos nosotros imponernos profundamente. 

Nosotros descuidamos la disciplina a todos los niveles; se descuidó, sobre todo, en el terreno económico. Mientras nuestras guerrillas, con la característica interior de guerrilla, de soldado que no conocía de la disciplina formal del cuartel, se iba formando en nuevas unidades que necesitaba una rígida disciplina, porque el mando de los soldados en la batalla debe hacerse así, rígido y automático; el aparato económico marchaba a un ritmo distinto, y la comprensión de los compañeros trabajadores de todos los niveles, de estos problemas, no siempre era clara. Hemos tenido que tomar actitudes drásticas para restablecerlas definitivamente y para establecer el principio de autoridad, de responsabilidad única en la administración estatal. 

Precisamente, uno de los directores de las fábricas, un director de empresa de una de las fábricas premiadas hoy, ha sido también hoy sancionado por haber incumplido una recomendación de la Junta Central de Planificación, expresada a través de nuestro organismo. 

Fueron sancionados varios directores de empresas. De todos ellos tenemos el mejor concepto como revolucionarios y como trabajadores y como cumplidores de las tareas administrativas; pero su entusiasmo los llevó a creer que su empresa era lo fundamental y que tenían que asegurar los abastecimientos de la empresa, olvidándose de que la empresa es un minúsculo engranaje dentro del aparato total de la administración y hubo que tomar las medidas drásticas. Dio la casualidad que aquellos compañeros sancionados son de los mejores trabajadores entre los directores de nuestro ministerio; es decir, que su entusiasmo revolucionario por hacer producir al máximo su fábrica, los hizo perder la perspectiva y perder, con ella, la disciplina necesaria. 

Pero esa disciplina no debe traducirse nada más que a niveles administrativos; esa disciplina debe llevarse al trabajador y en esa tarea todos ustedes, a través de sus organismos de masas y como individuos también, tienen que cooperar con todo entusiasmo. 

Nos faltan dos cosas fundamentales, dos pilares sobre los que debe asentarse también la construcción de esta nueva sociedad: el establecimiento de normas de trabajo y de salarios para todas las categorías de los trabajadores en todo el país. Estamos muy atrasados en este trabajo. Hace meses prometimos acabarlo pronto. 

El primero de mayo, la víspera del primero de mayo anunciamos que empezábamos por la empresa de minería y efectivamente empezamos y hoy, a mediados del mes de agosto, tenemos establecidas las normas de trabajo en una mina y estamos estudiando estas normas en algunas otras. Esa lentitud no la debemos permitir. El trabajo para implantar las normas y para implantar los salarios, para establecerse los nuevos contratos colectivos, debe ser un trabajo de masas y un trabajo que no sea de masas en cuanto se refleje solamente en la discusión viva cuando llegue al centro de trabajo, sino que debe ser un trabajo de masas en cuanto a que las masas muevan de por sí el trabajo de racionalización de todos los puestos y de fijación de los nuevos salarios. 

Esto debe ser una preocupación de todos, preocupación de los sindicatos nacionales, preocupación de los núcleos revolucionarios [del Partido], preocupación del gobierno entero y preocupación de los trabajadores. Y esas normas son las que fijan la cantidad y la calidad del producto que cada trabajador debe dar a la sociedad. Cada trabajador en cada puesto de trabajo, debe estar calificado para entregar a la sociedad el fruto de su trabajo en una forma ya establecida en cuanto a cantidad y a calidad.

Recordemos siempre que la calidad no está reñida, de ninguna manera, con estas etapas de construcción del socialismo; recordemos siempre que nuestra obligación de productores, productores de una sociedad que se libera, es la de dar a nuestro pueblo lo mejor que podamos, lo mejor de nuestro esfuerzo, nuestro esfuerzo convertido ya en productos de la mejor terminación y de la mejor calidad. 

Pero, naturalmente, la disciplina sola no es el factor que nos va a llevar adelante. Hay muchos. Podemos poner un ejemplo en el día de hoy: la ayuda de los países amigos, cómo los países amigos nos tienden su mano, nos dan su colaboración en forma de asistencia técnica, de consejos, de bienes materiales, de fábricas completas para que nosotros desarrollemos la sociedad.

Lo único que crea nuevos valores es el trabajo humano. Y el trabajo materializado son las grandes fábricas, las grandes máquinas que vamos a poner en nuestro país este cuatrienio y en los próximos períodos de planificación. Sin embargo, si nosotros, con nuestro solo esfuerzo, tuviéramos que hacer las instalaciones gigantescas que proyectamos, tendríamos que recurrir al expediente de sumir a todo el pueblo en la estrechez más grande, para lograr los excedentes necesarios para materializarlos en esas fábricas. La ayuda de los países amigos nos ahorra una buena parte del sacrificio y, por eso, en este caso nuestro camino se ve simplificado. 

Sin embargo, el sacrificio también es parte de la construcción de la nueva sociedad. No se puede aspirar a destruir a una agencia del imperialismo norteamericano, como era toda la burguesía importadora de este país; los latifundistas que veraneaban en Estados Unidos o en Europa, a las mismas compañías norteamericanas; desafiar el poder opresor más fuerte de la tierra en este momento y al mismo tiempo, pretender hacer todo eso sin sacrificio. 

Debemos estar dispuestos para los sacrificios relativos que hemos pasado e incluso para nuevos sacrificios, para bloqueos más fuertes, para rechazar quién sabe cuáles intentos del invasor de destruir nuestra sociedad. Debemos mantener siempre en alto nuestra bandera de ser los iniciadores de la construcción de la sociedad socialista en América Latina. Ese es un honor y un ejemplo. Ese es el ejemplo del cual se nutren los países de América Latina. 

Cuando llegan los visitantes aquí, o cuando escuchan nuestras verdades a través de «Radio Habana», una nueva conciencia se expande por América Latina. Ya saben las masas oprimidas de todo el continente, no solamente que es necesario un cambio, que no se puede seguir viviendo en la opresión centenaria en que se ha vivido, haciendo de la injusticia el instrumento de enriquecimiento de unos pocos; esa conciencia que las masas tenían en toda la América Latina: campesinos y obreros maltratados, vejados, asesinados, de toda América Latina, se ha convertido en algo nuevo, en la certeza de la posibilidad del cambio. ¡Y se afilan muchos machetes en América Latina, en toda América Latina! 

Cuando tengamos que lamentarnos de los sacrificios, debemos recordar que nuestra responsabilidad trasciende las fronteras de Cuba, de que somos un ejemplo vivo, de que hemos demostrado algo nuevo en América Latina y debemos superar cualquier dificultad. 

Bien, compañeros, pero además, para construir la sociedad necesitamos también una técnica superior, una tecnología moderna. Ejemplo de lo que pueda ser esto es la visita de un técnico soviético a los dos molinos harineros que compiten mes a mes rompiendo metas de producción. Este compañero, después de investigar la capacidad instalada de los molinos, descubrió lo que llamamos «cuellos de botellas»: los lugares aquellos cuya producción menor detenían toda la producción; recomendó las medidas necesarias para superar estos «cuellos de botellas». Se hicieron, se tomaron las medidas, y hoy, con muy poca inversión —y con el talento y la capacidad de este compañero soviético, y su entusiasmo revolucionario además, porque era un trabajador infatigable—, tenemos nosotros el equivalente casi a otro molino más aquí en Cuba. 

Es decir, que los compañeros de la Harina, que reciben el estímulo moral de estar frente al pueblo, siendo reconocidos como trabajadores ejemplares, deben reconocer que una parte de ese triunfo le corresponde a aquel compañero que durante varios meses nos entregó todos los conocimientos técnicos con sin igual entusiasmo. 

Para alcanzar esta tecnología superior, para derrotar todos los inconvenientes que se crucen en nuestro camino, necesitamos capacitación constante, estudio constante. Una de las empresas premiadas, una fábrica de esa empresa —pero toda la empresa trabajó en la misma forma—, la Empresa de la Goma, se encontró un día apenas nacionalizadas las fábricas, que los técnicos extranjeros y algunos técnicos cubanos se habían marchado. Y solamente mediante el trabajo de los obreros de la empresa y de un técnico cubano que se enfrentó a todos los problemas allí existentes es que se pudo mantener en marcha aquella fábrica, superar todos los inconvenientes técnicos, adaptar la tecnología a las nuevas materias primas y, en continuos cambios, ir mejorando cada vez más su ritmo de trabajo, ¡hasta estar hoy una de esas fábricas a la cabeza de la producción! 

Ni el entusiasmo, ni la disciplina, ni el espíritu de sacrificio, ni el trabajo al máximo, pueden concretarse en una gran obra, si no hay también conocimientos técnicos donde asentarse. Los conocimientos técnicos, pues, y la capacitación constante para conseguirlos a todos los niveles, debe ser una preocupación diaria también de la clase obrera. ¡No nos olvidemos del Mínimo Técnico, ni de la Superación, ni del Seguimiento! ¡No nos olvidemos que cada partícula de saber que agregamos a nuestros conocimientos va sedimentando y nos permite sentar los cimientos para desarrollar ahí conocimientos efectivos en el futuro! ¡No pensemos en nuestra edad ni en lo relativo de nuestros conocimientos, no analicemos las imposibilidades, sino que analicemos las posibilidades y arrasemos con las imposibilidades! Esa debe ser nuestra consigna, la consigna de toda la clase obrera en este momento. 

Es decir, compañeros: el trabajo, punto central de la actividad humana, de la construcción del socialismo, el trabajo, a quien hoy se rinde homenaje indirectamente, está determinado también —en su eficacia—, por la actitud que se tenga hacia él. 

De nuevo tenemos que encontrarnos con el pasado, el pasado que salta las barreras donde se destruyó la vieja sociedad y sigue en la conciencia de los trabajadores. En este caso, el pasado, que se refleja haciendo que en la conciencia de muchos trabajadores sea esta necesidad de trabajar cotidianamente una necesidad oprimente, una necesidad que tratan de burlar, que burlan considerando que la fábrica es todavía del viejo patrón, es decir, yendo hacia el pasado. 

Y nuestra actitud debe ser totalmente diferente. El trabajo debe ser una necesidad moral nuestra, el trabajo debe ser algo al cual vayamos cada mañana, cada tarde, o cada noche, con entusiasmo renovado, con interés renovado. Tenemos que aprender a sacar del trabajo lo que tiene de interesante o lo que tiene de creador, a conocer el más mínimo secreto de la máquina o del proceso en el que nos toca trabajar. Si no nos gusta ese trabajo, a capacitarnos para poder hacer aquel que nos gusta. Pero tener siempre esa parte de la vida grande, una buena parte de la vida del hombre, como algo dinámico, adherido a sus momentos más felices, y no como una de las partes pesadas de la vida del hombre. Ese es el gran saldo que se logrará plenamente cuando se llegue a la sociedad comunista. 

Pero en los procesos sociales, los cambios que parecen bruscos, se producen, sin embargo, en los hombres poco a poco. En un momento dado parece que hubiera una gran conmoción y que hubiera un cambio único; sin embargo, ese cambio se ha ido gestando día a día y a veces generación a generación, en los hombres. Y nosotros tenemos que empezar hoy a tomar esa nueva actitud ante el trabajo —nueva para algunos, porque ya hay muchos pioneros que la han iniciado—, y cada hombre que se sienta feliz en su trabajo, que se sienta feliz con su tarea de creador, que le inculque, que expela todo su entusiasmo revolucionario, todo su entusiasmo creador hacia los que les rodean, que riegue su conocimiento junto con su entusiasmo, que movilice con su ejemplo, que no se quede en ser solo obrero de mérito, obrero ejemplar, que lleve consigo a todos aquellos capaces de seguirlo, que emule con todo el mundo, que ayude al mismo tiempo, que cristalice su entusiasmo en grupos de trabajadores, que emule con otros trabajadores, que se convierta todo esto en el centro de la sociedad; que se recuerde siempre que el más digno de los trabajadores del país es aquel que pueda ostentar un título de trabajador distinguido en cualquiera de las esferas de la producción. 

Si nosotros vamos logrando esto, compañeros, no digamos si lo logramos hoy, mañana o pasado, porque es un proceso y porque al lado de los más revolucionarios están siempre aquellos que todavía no sienten la Revolución como una cosa suya, y aquellos otros que no se resignan a olvidarse del pasado como hasta ahora, y a mayor ritmo que ahora, si todos los días cada uno de nosotros, los que sienten en sí el entusiasmo creador, es capaz de incorporar un compañero o simplemente de interesar primero, para que poco a poco se vaya incorporando al trabajo, caminaremos con las «botas de siete leguas», caminaremos rápidamente hacia la construcción del socialismo, hacia la sociedad socialista. 

La tarea está planteada. No debemos solamente dejarlo en planteamientos que queden en el aire, que se recojan en alguna intervención, se analicen, o discutan uno o dos días después. El planteamiento debe ser tomado por las masas como el centro de su acción —permítanme insistir y recalcar sobre esto. La construcción del socialismo está basada en el trabajo de las masas, en la capacidad de las masas, para poder organizarse y dirigir mejor la industria, la agricultura, toda la economía del país, en la capacidad de las masas para superar día a día sus conocimientos; en la capacidad de las masas para ir incorporando a todos los técnicos, a todos los compañeros que se han quedado aquí para trabajar con nosotros en la tarea revolucionaria; en la capacidad de las masas para crear más productos para toda nuestra población; en la capacidad de las masas para ver el futuro, saber verlo cercano como está en este momento —cercano en dimensión de historia, no de la vida de un hombre—, y emprender con todo entusiasmo el camino hacia ese futuro. 

Hoy saludamos a algunos cuantos compañeros. Forman, más que la vanguardia, lo que llamábamos nosotros la punta de vanguardia, lo que va más delante de la vanguardia, lo que está en el primer frente, los primeros en afrontar el peligro. Nos han echado un reto, el reto a que todos los alcancemos, el reto a que todos nos unamos en una sola e interminable cadena de brazos, que avance también como una ola interminable e incontenible, para llegar pronto a la primera etapa de nuestro viaje, y poder decir —mirando ya un pasado cumplido— ¡estamos en el socialismo y seguimos adelante! 

¡Venceremos!

 

* Lázaro Peña, histórico líder sindical y secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC). 

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