
La proeza que hizo frente a la crecida
Con la fuerza descomunal de la naturaleza, comenzaron las aguas del río Cauto a inundarlo todo. En pocas horas era «lo nunca visto» –por lo menos desde el Flora–, y miles las personas amenazadas por el cauce salido de lugar.
La batalla por la vida se convirtió en urgencia, literalmente contrarreloj, sin pausa para un respiro. No hubo tiempo para grandes estrategias, pero para los cubanos el plan principal se llama unidad, y ese, hace mucho está escrito.
Consejo de Defensa dirigiendo en el terreno las acciones; una líder allí, transmitiendo fuerza y confianza a su pueblo; rescatistas trabajando sin descanso, muchos medios militares movilizados, provincias y municipios hermanos abriendo puertas...
Sobre los hombros de gente valiente fueron llevados niños, ancianos, enfermos… los hombros de un voluntario, de un soldado, de un general de las FAR. Los helicópteros volvieron, una y otra vez, y esa fuerza, sobrenatural, cargada de empatía, de respeto, de deber, de solidaridad, salvó miles de vidas ante el peligro del río desbordado.
En las fronteras vecinas se comparte el pan, se da la mano, se abraza si hace falta, y el calor humano reafirma que nadie, absolutamente nadie, quedará abandonado a su suerte.
Mañana habrá lágrimas cuando el río vuelva a su cauce, cuando deje ver las huellas de su furia; pero antes se ha librado una proeza por la vida, y esa
merece siempre una sonrisa de esperanza.












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