
El encuentro que institucionalizó la obra revolucionaria: 50 años de trascendencia histórica
La historia de Cuba encontró en el Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) un momento decisivo para consolidar la institucionalidad de la Revolución y proyectar el rumbo político, económico y social del país hacia el futuro. No fue solo una magna reunión, sino la expresión viva de la continuidad de los ideales de independencia, soberanía y justicia social que habían guiado la causa emancipadora desde sus orígenes. La unidad nacional se reafirmó como principio esencial y premisa indispensable en la construcción del proyecto socialista.
El encuentro subrayó que sin cohesión política y ética revolucionaria no sería posible enfrentar los desafíos internos ni las presiones externas. La disciplina y la ética se erigieron como valores rectores de la militancia, garantizando que la organización política mantuviera su carácter popular y su vínculo permanente con las masas. Tanto fue así que el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, al dirigirse a los delegados, trasladó la confianza en la continuidad del movimiento histórico, incluso si de súbito desaparecieran los miembros del Comité Central o los propios participantes allí reunidos.
Resaltó que la obra revolucionaria seguiría “porque detrás de ellos están los 200 000 comunistas que no se encuentran aquí, está el pueblo entero, la causa justa y las ideas emancipadoras”. En aquel encuentro fundacional, hace 50 años, se concibió al PCC como partido único y se le reconoció como la fuerza dirigente de la sociedad, capaz de orientar la construcción del socialismo y de enfrentar con firmeza los errores y tendencias negativas. Para Fidel, institucionalizar los procesos y contar con normas establecidas que se convirtieran en cultura comunitaria era ejemplo de la fortaleza de Cuba y de su pueblo.
Otro aspecto trascendente de aquella cita histórica fue la aprobación de documentos fundamentales que marcaron el camino del proyecto socialista en múltiples ámbitos: desde la política económica y educacional, hasta la igualdad de la mujer, la cuestión agraria, la cultura artística y literaria, la política científica nacional y las relaciones internacionales. Las Tesis y Resoluciones se convirtieron en referentes para la acción política y social, consolidando la institucionalidad y definiendo directivas para el desarrollo económico y social. Entre las múltiples políticas de beneficio a las masas se destaca las referentes a la mujer.
Las tesis y resoluciones relacionadas a las féminas cubanas destacaron su papel protagónico en la lucha por la independencia y en la construcción socialista y expresaban que su igualdad debía ser un principio rector, despojado de formalismos y que garantizara su acceso a la educación, empleo, cargos de dirección y participación política y económica. Un precepto al que el líder de la obra revolucionaria se refirió en aquel foro, y que ha caracterizado el actuar de la militancia, fue el espíritu crítico y autocrítico. Fidel expresó que estos “Deben ser un principio. Y lo que debe preocuparnos a todos es, cuando tengamos que hacer el próximo encuentro, cuál será el saldo de éxitos y cuál será el saldo de errores”.
La clausura de la magna reunión tuvo un carácter simbólico y profundamente popular. Primero en el teatro Karl Marx, y luego en un acto multitudinario en la Plaza de la Revolución ‘José Martí’, el Comandante en Jefe sometió a consideración del pueblo los documentos resultantes. La respuesta fue contundente: a mano alzada, el pueblo expresó su conformidad con los acuerdos y proclamó al Partido Comunista de Cuba como la garantía de la continuidad histórica del proceso emancipador. Bien lo advirtió el Comandante en Jefe el 22 de diciembre de 1975 en el teatro Karl Marx: “La obra revolucionaria está ya garantizada frente a todas las contingencias posibles”. Y antes había expresado: “A medida que se institucionaliza el proyecto socialista, los hombres van teniendo un papel menos importante; los individuos, los cuadros individualmente van teniendo un papel menos importante. Y eso nos hace muy felices, porque la causa revolucionaria está garantizada. Podemos estar tranquilos todos nosotros.
¡Todos! Hasta el último ciudadano, el más modesto de este país, hasta el último que acabe de nacer hoy cuando se clausure esta convención”. Aquella magna cita coincidió con el 83 aniversario de la fundación del Partido Revolucionario Cubano por José Martí, reforzando la idea de continuidad histórica entre las luchas independentistas y el proyecto socialista cubano. Al vincularse con la tradición martiana, el PCC legitimó su proyecto como heredero de las luchas por la independencia y garante de la soberanía nacional. Fueron días de intensas jornadas de trabajo que también reafirmaron el compromiso de la agrupación revolucionaria con la solidaridad internacionalista, proyectando a Cuba como parte de un movimiento global por la justicia social y la emancipación de los pueblos. El Primer Congreso del PCC fue mucho más que un encuentro político: representó la transición de un movimiento revolucionario hacia un Estado socialista organizado, con estructuras definidas y principios claros.
Su trascendencia radica en haber institucionalizado la obra emancipadora, reafirmado la unidad nacional y proyectado el socialismo cubano hacia el futuro, siempre con el pueblo como protagonista y con la ética revolucionaria como brújula. Con su luz tan larga, que nada ni nadie pudo apagar, Fidel aseguró a los delegados y al pueblo cubano hace medio siglo: “Y estamos seguros de que algún día, como hoy se habla de lo que ocurrió hace 50 años cuando un puñado de hombres organizó el primer Partido Comunista, también dentro de 50 años, dentro de 100 años, los nietos, biznietos y tataranietos de ustedes hablarán también del Primer Congreso”.
Hoy, como entonces, los más de 700 000 militantes del PCC y la inmensa mayoría del pueblo de Cuba nos sentimos orgullosos de la organización política, de su Primer Congreso y de todos los que le han seguido.




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