
En mi burbuja digital, ¿lo tengo todo?
- ¿Qué piensan hacer en las vacaciones?, preguntó Marlen a sus amigos. Yo pretendo viajar a Santiago de Cuba y aprovechar el tiempo con mi familia, dijo enfática.
- En mi caso –señaló Kathy– tengo reserva de un plan vacacional a Matanzas y algunos recorridos para conocer la provincia.
Ante el silencio y poco interés de Cristhian en la conversación, lo miran fijo, como para precisarlo a que diga algo.
- Yo aprovecharé que ya no hay clases y viviré en mi burbuja digital. En mi teléfono lo tengo todo.
Esta pudiera ser una conversación casual entre jóvenes sobre cómo aprovechar su tiempo en la presente etapa estival. Un momento en el que buscar actividades que se ajusten a los diferentes gustos e intereses, para algunos resulta emocionante, para otros complicado por la indecisión y, en el peor de los casos, hay quien ni les llama la atención.
Es que el fenómeno de las redes sociales llegó para quedarse e incluso hasta nos parece raro encontrar a alguien que no tenga ya su cuenta en Facebook, Telegram, WhatsApp u otra plataforma que cumpla con el objetivo de interconectar. Sobre su uso, beneficioso o desmedido, y la necesaria conducción de los padres en el inicio de los niños frente al entorno digital, conversamos con el psicólogo Fausto Torrens Pérez.
El asunto preocupa aún más, explicó el especialista, cuando se trata de niños y adolescentes que consideran su único modo de interacción, socialización y esparcimiento el estar ceñido a su celular, al consumo de videojuegos y series, por mencionar algunas de esas atrayentes propuestas. En una primera etapa, referida a los infantes de 6 a 8 años, el niño adquiere control, de alguna manera no total, de sus procesos cognitivos y ya sus recursos atencionales los gestiona como quiere.
Luego, cuando pasa a la adolescencia, ocurre un proceso llamado “poda neuronal”, que es responsable del aprendizaje y da paso a la construcción y al fortalecimiento de la personalidad. El sujeto elimina las conexiones que no son funcionales y este proceso es continuo desde los 5 hasta los 16 años. Es decir, que no incluye actividades, experiencias variadas que fomenten la creatividad y el desarrollo de nuevas conexiones neuronales y se ajusta a lo que siempre ha practicado.
Al analizar estas cuestiones en el contexto cubano, es imposible al día de hoy pensar que el ser humano no va a consumir, somos seres consumidores, de manera directa o indirecta, pero la cuestión, según Torrens Pérez, no es el qué, sino cómo enfrentamos las situaciones con el tema del consumo, sin caer en los excesos, teniendo en cuenta que los conceptos de socialización e interacción han cambiado y, aunque en los dispositivos digitales no está el componente humano, indirectamente se ha aprendido a socializar de esa manera.
Correctamente utilizadas, las redes pueden ejercer un efecto positivo y, en muchos casos, constituyen un elemento de socialización y de aprendizaje, pero, ¿cuáles son las consecuencias de su uso indiscriminado?
El que no está al día con la última serie que salió es el sujeto raro al día de hoy.
Entonces, hay un equilibrio ahí complicado de lograr. No obstante, es preocupante haber encontrado cómo los adolescentes pueden pasar hasta nueve horas al día conectados. Ciertos datos de base científica plantean que un uso exagerado puede conllevar a la obesidad y al desarrollo de enfermedades vasculares, relacionadas con la adopción de malas posturas. También pueden dañar la salud mental de diferentes modos y dar lugar a la aparición de fenómenos psicológicos desfavorables, sobre todo en niños y adolescentes.
Otro problema es que se pueden producir trastornos del sueño, pues consultar las redes sociales antes de dormir y utilizar dispositivos con pantallas brillantes, como teléfonos móviles o tablets, afecta al sueño. Muchos adolescentes corren el riesgo de adquirir dinámicas de comportamiento similares a las que sufren una adicción, pues sienten la necesidad de estar todo el tiempo “pegados a la pantalla”.
De igual modo, el fenómeno también se ha estudiado desde la perspectiva de hasta qué punto pesa el consumo en la cotidianidad y condiciones de vida. Un estudio realizado junto al Instituto Juan Marinello en el año 2018 en barrios vulnerables arrojó cosas realmente interesantes, reflejó Torrens Pérez.
“Por ejemplo, llegabas a una casa con muy bajo nivel económico, condiciones deplorables de vivienda donde tenían una fosa que pasaba por el medio de la casa, y ambos padres tenían un dispositivo de última tecnología".
Por otro lado, si se sabe discernir y seleccionar lo que realmente necesitamos buscar en las redes, se puede hacer un uso beneficioso de esta. “Se han dado casos de niños que han aprendido a reparar equipos, a tocar instrumentos o practicar deportes a un nivel increíble".
Si bien no es sano actuar como espías o prohibir, pues ya el consumo en redes es un hecho consumado, el acompañamiento de los padres y la necesaria conducción, la confianza y el diálogo con sus hijos frente al entorno digital es importante.
¿Cómo trabajar con un sujeto que asumió por costumbre de sus padres ver la novela a las nueve o que cada cual en casa estuviera absorto dentro de su dispositivo móvil?
Para Torrens Pérez también el componente de los hábitos y costumbres incide en estos comportamientos, por lo que debemos cambiar la perspectiva, teniendo en cuenta que el niño está absorbiendo todo ese componente cultural que le rodea.
Asimismo, corresponde a los padres convertirse en camaradas, conocer la jerga de las tendencias digitales e informarse sobre las páginas que los menores visitan en Internet. Cuidar su intimidad y datos personales, se recomienda evitar retratarse mostrando información sobre su centro escolar y hacer públicos datos como teléfono, carné de identidad y dirección particular.
Formar jóvenes seguros de sí mismos, conscientes de su realidad y que no sean víctimas del engaño en un mundo digital donde todo es felicidad, estilizado y con cánones alejados de la realidad también es fundamental en su desarrollo psicológico y emocional, concluyó el especialista.
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