Cuba en Angola: una operación colosal
El 25 de mayo de 1991 se dio por concluida la Operación Carlota, nombre con que se identificó la participación de Cuba, por más de tres lustros, en el conflicto armado de la Angola poscolonial.
En un primer momento la dirigencia cubana no previó las magnitudes que alcanzaría su colaboración militar con la recién independizada Angola. La presencia de militares antillanos en ese país de África se concibió como una misión relativamente pequeña, cuyo objetivo declarado era entrenar a las Fuerzas Armadas Populares de Liberación de Angola (FAPLA) y luchar solo eventualmente.
Sin embargo, los acontecimientos se precipitaron de modo insospechado. La mayor isla del Caribe devino protagonista de una hazaña trasatlántica, en la que se involucraron más de 300 mil combatientes cubanos, de los cuales alrededor de 2 000 perdieron la vida, según recoge la historiografía. Además, un enorme contingente de colaboradores civiles, no exentos de los riesgos que supone permanecer en un territorio en guerra, brindó sus servicios en el marco de la Operación. Sobre el alcance de la participación de Cuba reflexionaba el escritor Gabriel García Márquez en la Revista Tricontinental en 1977: “(…) es probable que ni los mismos cubanos hubieran previsto que la ayuda solidaria al pueblo de Angola había de alcanzar semejantes proporciones (…)”.
En sentido general, la contribución de la Mayor de las Antillas en la guerra de Angola obtuvo gran apoyo popular. No solo lo afirman voces cubanas. Incluso el Washington Post dijo en febrero de 1976 que entre los cubanos el sentimiento era de orgullo. Más aún, un estudio del estadounidense Consejo de Seguridad Nacional informaba en 1978 que “al cubano promedio puede no interesarle mucho el marxismo leninismo, pero el papel que Cuba desempeña en África despierta su sentido de orgullo nacionalista”.
La prosa de García Márquez también ayuda a formar una idea de la proactividad de una parte significativa del pueblo en torno al conflicto en África: “(…) se sabe de un muchacho que se fue sin permiso de su padre, y que más tarde se encontró con él en Angola, porque también su padre se había ido a escondidas de la familia”.
Sobre las motivaciones para intervenir en la guerra, al otro lado del océano, han existido tergiversaciones durante estas décadas. Para comprender el contexto político internacional en que ocurrió la Operación Carlota es conveniente conocer que la presencia de la Isla en esa nación del sur de África tomó auge en una etapa en que entre La Habana y Washington se estaban dando pequeños pasos hacia un modus vivendi. En Europa Occidental varios gobiernos empezaban a ver con mejores ojos a la Revolución. No obstante, Cuba, desinteresadamente, prefirió unir su suerte a la causa que creyó más justa. Los cubanos pusieron sus principios por encima de cálculos pragmáticos. Incluso, estaban conscientes, aunque trabajaron para evitarlo, de que podrían llegar a chocar con tropas portuguesas aun desplegadas en la antigua colonia.
El comienzo de Carlota no esperó siquiera el apoyo explícito de la Unión Soviética. Piero Gleijeses —historiador italo–estadounidense que desarrolló una minuciosa investigación sobre la relación de la Revolución Cubana con los movimientos de liberación nacional africanos—, aporta elementos en su libro Misiones en conflicto que permiten arribar a importantes conclusiones: puesta en marcha la campaña cubana, el aseguramiento logístico soviético fue fundamental; pero, contrario a lo que algunos sostienen, Cuba no actuó en Angola como punta de lanza del gigante comunista, sino por iniciativa propia y asumiendo desafíos particulares.
La Operación Carlota —cuyo nombre se inspiró en una esclava descuartizada en 1843 por alzarse en Matanzas— no solo fue necesaria para ayudar al Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA) a superar la guerra civil. El desempeño bélico de las tropas cubanas resultó determinante para repeler la invasión sudafricana. La extraordinaria hazaña militar que comenzó en 1975 también contribuyó a la independencia de Namibia y a socavar las bases del oprobioso sistema del apartheid.
Raúl Castro, entonces ministro de las Fuerzas Armadas, expresó en el Mausoleo del Cacahual el 27 de mayo de 1991, dos días después del arribo de los últimos internacionalistas que sirvieron en Angola: “La gloria y el mérito supremo pertenecen al pueblo cubano, protagonista verdadero de esa epopeya que corresponderá a la historia aquilatar en su más profunda y perdurable trascendencia”.
Cerraba una etapa importante de la historia contemporánea, en la que hombres y mujeres de la Isla desempeñaron un rol decisivo. Analizado a luz de estos días, el despliegue de tropas cubanas en Angola, con la finalidad de ayudar a la consolidación de su independencia, continúa resultando una operación colosal.
Haz un comentario