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Foto: Granma

¿QUE PASARÍA SI CUBA ABANDONA LA SENDA DEL SOCIALISMO?

Francisco Delgado Rodríguez
PCC
La idea de que la subordinación a Estados Unidos eliminaría el bloqueo y traería prosperidad es engañosa. Los intereses de las multinacionales, que buscarían maximizar sus ganancias, prevalecerían sobre la soberanía cubana, llevando a una situación donde el control nacional se vería gravemente comprometido.

Esa posibilidad es tan improbable como que se apague el sol. Sin embargo, parece necesario un ejercicio de imaginación para poner en contexto las promesas y presiones torcidas que vemos cada día,  remitidas desde los comandos del odio provenientes del clúster tóxico, como le llaman al universo subversivo con sede en el sur de la Florida.

Imaginar este despropósito, la reinstalación del capitalismo en Cuba, resulta en rigor una tarea sin mayores complicaciones, partiendo de supuestos como el hecho de que sería inevitablemente un capitalismo neoliberal “tercer mundista”, naturalmente subdesarrollado, no al estilo nórdico, por decir algo. Basta con revisar cómo se comporta el capitalismo en nuestra región para llevarse una idea.

Existe la falencia de que si Cuba sede su soberanía plena, si se subordina a los norteamericanos, desaparecería el bloqueo y por arte de magia vendrían lo buques con combustible, la avalancha de mercancías y otras fantasías asociadas.

Pero quienes así piensan olvidan que nada de eso sería gratis; los proveedores no serían nobles caballeros imbuidos por el interés de ayudar altruistamente al pueblo cubano, seriamente nadie puede creer eso.

De modo que el afán de lucro sería el más importante, la casi excluyente razón, para invertir y para vender en una Cuba donde, gobierno subordinado a Washington mediante, no existirían leyes robustas que protejan la soberanía, que le pongan reglas de protección al interés nacional, a los “naturales afanes depredadores” de esas trasnacionales.

En ese punto debe recordarse que la forma más eficiente de funcionar el capital, depende en gran medida de que no existan cortapisas o controles estatales, esa sería, lógicamente, la Cuba capitalista, donde predominen los intereses extranjeros sobre los nacionales.

Cualquier predicción sobre ese supuesto debe tomar en cuenta cómo actúan las trasnacionales en el mundo; para el caso cubano, con una Revolución derrotada y un pueblo desmoralizado, simplemente el país sería victima fácil. La implantación de una versión moderna de la Enmienda Platt no debería generar asombro. Olvídense de la soberanía que hoy tenemos.

Alguien puede pensar que este concepto de soberanía es una abstracción. Pero tener verdadera independencia es igual a detentar  el control y el derecho de implantar políticas, estrategias de desarrollo y decisiones propias, que por lógica no serían las mismas de los dueños de las susodichas trasnacionales, que residen fuera del país, al que tal vez ni siquiera conozcan bien; y menos, que les interesen los problemas de un jubilado o un obrero cubano. Que nadie meta un cuento, esto es una obviedad.

Para muestra un botón, las principales empresas que deben garantizar los llamados servicios públicos como electricidad, agua por redes, combustible o gas para la cocción así como las de telefonía e internet, es muy probable que se trasnacionalicen. Explicaran que solo así se podrían modernizar esos servicios.

Qué es lo que ha ocurrido cuando esa privatización se concreta.  Alza sin límites, sin control público, de los precios; alguien tiene que pagar las inversiones modernizadoras, dirán machaconamente. Adiós tarifas subsidiadas, ninguna, ni la más mínima sensibilidad cuando las cosas fallan, algo que ocurre con frecuencia. Los ejemplos de apagones por decenas de días y semanas, después de un problema técnico, abundan en la geografía latinoamericana.

Por otro lado, parece muy atractiva una ciudad con supermercados y centros comerciales de exquisito lujo, pletóricos de mercancías, acompañados por una propaganda sofocante, enfocada en convencer al ciudadano de que es un miserable si no renueva cada 6 meses su teléfono móvil.

Es fácil comprender la reacción de alguien en Cuba que enfrenta carencias de todo tipo, pero debe tener en cuenta que esas vitrinas repletas no están al alcance de todos ni mucho menos; puede decirse que para una parte, eventualmente, cada vez más minoritaria.

Ciertamente, en algunos países con mejores estándares de distribución de la riqueza, debido a la gestión de gobiernos progresistas, las llamadas capas medias, las que pueden fluir a estos palacios del consumo, nunca rebasaron el 35-40% de la población.

Y el resto qué hace, mal vivir, mal comer, trabajar mínimo 12/14 horas sin reglas ni protecciones laborales, y los que más suerte tienen, entrar en una pesadilla que suele durar toda la vida, de permanente endeudamiento, se paga una tarjeta de crédito con otra, siempre con exorbitantes intereses; ah, y que nunca lo declaren mal pagador, automáticamente se convierte Ud. en un paria, un excluido del sistema de consumo.

No hablemos de los precios, más allá de promociones eventuales; como norma esos centros comerciales, esos supermercados, están híper monopolizados, otorgándoles el privilegio, la posibilidad mercantil de imponer precios monopólicos, valga la redundancia.

Solo imagine Ud. que sean únicos, sin casi alternativas, los precios que hoy exhiben las mipymes y el sector privado en Cuba, considerados abusivos; cómo sería cuando todo sea, no mipymes más allá de que sigan existiendo, sino que predominen los grandes emporios comerciales monopólicos, por demás extranjeros. Un mercado donde prevalezca la competencia es realmente una quimera en cualquier lugar de nuestro vecindario.

Sobre las políticas sociales es casi mejor ni hablar. Es cierto, existen en la mayoría de los países del tercer mundo americano servicios públicos de salud y educación; en algunos casos incluso se invierte en proyectos culturales o en deporte.

Sin embargo, la cruda realidad muestra la baja calidad de dichos servicios, cuando son estatales. Los mejores recursos, los mejores especialistas, los mejores administradores o gestores para la salud o la educación están en el sector privado; también en esto hay una competencia desleal. Solo revise la macabra estampa que dejó en nuestra América el paso de la Covid, el abandono a la población adquirió ribetes surrealistas.

Y el principio funcional es cruel: si no tiene dinero, lo sentimos mucho, “sálvese quien pueda” es la consigna; quédese semi analfabeto, ni se le ocurra ser universitario si sus padres son pobres, eso es lo que le toca, con independencia de su talento o interés; tampoco insista si por desgracia adquiere una enfermedad crónica; a usted, persona humilde, obrero, campesino no le toca comprar medicamentos requeridos, aunque en las farmacias están “mosqueados”, en fin.

Lo cierto es que la mayoría de las personas viven en permanente zozobra, como si el epíteto de “perdedor” les persiguiera; sin saber si los ingresos les permiten llegar a fin de mes, ni qué pasaría si la abuela o los padres enferman gravemente. Haciendo gimnasia entre deudas y desalojos, la vida se escurre en medio de creciente frustración.

Algo circunstancial a Cuba, ubicada a escasas 90 millas del principal país importador/consumidor de drogas del mundo, es que, inevitablemente, se convertiría en privilegiado punto intermedio del narcotráfico internacional, especie de gigantesco portaviones, para el flujo de drogas hacia el vecino norteño.

Con precedentes históricos sobre facilidades otorgadas al crimen organizado en el pasado batistiano, es altamente probable que surjan acá el “cartel de Matanzas” o el “Cartel de La Habana”, con la disculpa de sus pobladores, es una metáfora. Seguramente, los gestores neo batistianos que encabezan al clúster contrarrevolucionario, presumiblemente a cargo de la política nacional en La Habana, volverían a invitar a El Padrino.

Por cierto, excepto esos mandamás del circo neo batistiano, el resto de sus subordinados se quedarán sin trabajo, por tanto, quienes desde allí hacen coro por unos dólares a favor del regreso al capitalismo, serán particularmente perjudicados al perder la razón de ser de su labor.

A propósito del régimen político, según lo previsto por la infame Ley Helms Burton, especie de Enmienda Platt 2.0 ya se dijo, se establecería un protectorado norteamericano encargado de imponer un sistema político de “democracia” burguesa; es decir, una versión tropical del modelo existente en EE.UU., donde el jefe de estado puede ser un demente, sin que nadie se ofenda, y resultar electo solo por 270 personas/delegados del Colegio Electoral, no importa que millones voten mayoritariamente por otro.

Tampoco mencionemos el modelo de actuación de los organismos represivos como en el vecino norteño, o en algunos de nuestros países iberoamericanos; policías a caballo vestidos como Robocop, soldados armados como si fueran a la guerra en las esquinas, disparando con balas de goma a los ojos a eventuales estudiantes protestando, serían el pan nuestro de cada día; por cierto, recordar que la orden de aniquilar a todos los comunistas está dada.

Por último, una advertencia a los gobernantes norteamericanos. El actual flujo migratorio irregular hacia allá palidecería, ante el que sobrevendría protagonizado por cientos de miles de compatriotas huyendo del desastre social aquí esbozado. Los actuales cantos de sirena se evaporarían para dejar en su lugar el grito de millones de excluidos, tras la reconstrucción de un capitalismo tardío en Cuba.

Otro Moncada, otra Sierra Maestra con guerrilleros dispuestos a reeditar el triunfo revolucionario del 59, sería inevitable. En cualquier caso, la experiencia de lucha está debidamente archivada en el alma del pueblo cubano. Están avisados y dejen de inflar.

Palabras clave
Socialismo
Cuba

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