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Foto: Archivos de Granma

Otra victoria de la dignidad y el coraje del pueblo cubano

Katherin Hormigó Rubio
PCC
Como cada obra de la Revolución, desde el principio fue un proceso con todas las garantías procesales, que se sumaron al trato intachable que habían recibido los prisioneros de guerra, de acuerdo con las leyes internas y las internacionales acogidas por Cuba.

A casi un año de la derrota del imperialismo en tierras cubanas, el 29 de marzo de 1962, comenzó un juicio sumarísimo, celebrado en varias audiencias en la capitalina Ciudad Deportiva, contra los mercenarios capturados durante la invasión a Playa Girón, en una operación de 66 horas realizada por las fuerzas regulares del ejército cubano y las milicias nacionales en auge, con el Comandante Fidel Castro al frente.

El Tribunal Revolucionario fue presidido por el Comandante Augusto Martínez Sánchez. También participaron los doctores Santiago Cuba y Antonio Cejas, en funciones de fiscal y abogado defensor, respectivamente.

Además, fungieron como vocales los comandantes Juan Almeida Bosque, Guillermo García Frías, Sergio del Valle Jiménez y Manuel Piñeiro Losada.

Como cada obra de la Revolución, desde el principio fue un proceso con todas las garantías procesales, que se sumaron al trato intachable que habían recibido los prisioneros de guerra, de acuerdo con las leyes internas y las internacionales acogidas por Cuba.

No obstante, el celo por la legalidad y el apego del Gobierno cubano a la verdad, en aquella época el proceso resultó manipulado y criticado por campañas difamatorias enemigas.

Atendiendo a razones de principios enunciadas por el líder de la Revolución Fidel Castro cuando explicó que nunca animarían a los revolucionarios ni la sed de venganza ni el odio, el tribunal dictó sentencia en la Causa 111 el 17 de mayo de 1962.

Durante el proceso llamaron la atención dentro de Cuba las declaraciones del capitán de los mercenarios, Alfredo Pérez San Román, quien reconoció la dignidad y el decoro con que se les había tratado y enunció sin ambages quiénes eran los verdaderos autores intelectuales y materiales de la incursión al suelo cubano, devenida en derrota para ellos.

No solo el cabecilla de los mercenarios habló en esa cuerda, que incluía frases de arrepentimiento. Aunque lo hiciera porque lo creyera conveniente, decía la verdad. Y ese era el clima que matizaba las declaraciones de la mayoría de los integrantes de la llamada Brigada de Asalto 2506 hechos prisioneros en la Isla, antes y luego de su rendición aplastante.

La generosidad y la grandeza de principios se hizo presente en los dictámenes del Tribunal Revolucionario, a pesar de que la agresión había cegado la vida de decenas de compatriotas, en su mayoría civiles, y causado pérdidas millonarias a la economía.

Entre las sanciones estaban la pérdida de la ciudadanía cubana, por comisión de actos de traición a la Patria, y la prisión con trabajo obligatorio por cargos que tenían penas de hasta 30 años, salvo si se pagaba una indemnización cuya forma y cuantía se precisarían más adelante.

El tribunal impuso una sanción conjunta a los mil 181 mercenarios juzgados, ascendente a 62 millones 300 000 dólares, que el gobierno de Estados Unidos empezó a pagar en medicinas y alimentos para niños.

La nación norteña, asumiendo tácitamente su responsabilidad, se comprometió a resarcir la suma señalada, aunque finalmente dejó de entregar unos dos millones.

Pero Cuba, ajena siempre al odio, hizo su justicia revolucionaria con mano firme y consideró una victoria moral que por primera vez en la historia de esa potencia se admitiera pagar indemnizaciones por daños de guerra.

Los cubanos celebran cada año la victoria de Playa Girón el 19 de abril de 1961, bajo la conducción del Comandante en Jefe. Fueron los protagonistas de la primera derrota del imperialismo en América, un acontecimiento que quedó para la historia.

El presidente estadounidense, John F. Kennedy, tuvo que admitir de manera pública la activa participación de su gobierno en la injerencista y agresiva aventura, dirigida contra la Revolución en pleno desarrollo de programas de avance social.

Mientras tanto, en el horizonte el bloqueo se perfilaba entonces como una amenaza certera y despiadada, en tiempos muy cercanos a esa fecha. Y así se cumplió.

El juicio a los mercenarios de Playa Girón, además de un acto jurídico técnicamente impecable, sirvió para conocer de cerca las características y métodos de la justicia revolucionaria, separada por un abismo moral de las mentiras e insidias provenientes de las campañas enemigas, cada vez más insidiosas y activadas.

Desde mayo de 1961, apenas unas semanas después de derrotada la frustrada invasión, el entonces Primer Ministro del gobierno revolucionario, Fidel Castro Ruz, había expresado la disposición a devolver a Estados Unidos a todos los prisioneros, a cambio de que Washington accediera a indemnizar materialmente a la Isla.

Tres días después de la sentencia del tribunal, el 20 de mayo de 1962, quedó constituido el Comité de Prisioneros que viajó a Estados Unidos para negociar la libertad de los integrantes de la Brigada. El gobierno de John F. Kennedy, avergonzado por el fracaso en 72 horas de su esperada invasión, no quiso participar de manera oficial en ese proceso, y la negociación quedó en manos de la iniciativa privada que se agrupó en el llamado Comité Roosevelt, el cual, a pesar de sus buenos deseos, no pudo dar una rápida solución al problema.

Hoy 63 años después, aún sigue vigente que esta acción fue otra victoria de la dignidad y el coraje del pueblo cubano que se alcanzó en el histórico enjuiciamiento.

Palabras clave
Playa Girón
Revolución Cubana

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