Sociedad
Celia Sanchez

Hablar de Celia

Redaccion PCC
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Su verdadero nombre: Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley, le venía muy bien. De seguro quienes decidieron nombrarla, adivinaron que ella traería un alma caritativa, respetuosa y atenta a quien necesitara ayuda. Este 11 de enero, en otro aniversario de su paso a la eternidad, todavía se precisa de ella.

A la heroína de la Sierra y el llano, símbolo de cubanía y humanismo, ejemplo de valentía, gran carácter, tenacidad, sensibilidad patriótica y política, se le recuerda siempre. Aquel 11 de enero de 1980 dejó caer las flores que adornaban su pelo y se quedó su imagen, que como dijera Armando Hart, era para sus compañeros, “la fibra más íntima y querida de la Revolución Cubana; la más entrañable de nuestras hermanas. La más autóctona flor de la Revolución”.

Hablar de ella es nombrar a Martí, a Fidel, a Raúl, a Camilo, al Che, a Vilma, al pueblo, a quienes dedicó su vida de incansable bregar desde que era casi una adolescente.

Habría que agradecerle siempre a esta manzanillera que desde mayo de 1953, en la cima más alta de Cuba, el pico Turquino de la Sierra Maestra, esté un busto del Apóstol, hecho por la escultora Jilma Madera, en el centenario de su caída en combate. Aquella acción que pudiera parecer imposible porque llegar hasta allí es difícil para cualquiera, la organizó ella junto a un grupo de patriotas, incluido su padre, a fuerza de voluntad y paciencia, dos de sus atributos puestos a prueba innumerables veces.

Por su sentido de la organización también habría que recordarla un día como hoy. Entre las enseñanzas que dejó está el haber llevado hasta los más insignificantes detalles la labor de coordinar todo el trabajo de retaguardia en el llano para el recibimiento de los 82 expedicionarios del Granma y luego en territorio guerrillero enviando refuerzos, hasta que se convirtió en la primera mujer de verde olivo entre aquellos combatientes… a los que siguió después de 1959 para dejar su impronta apasionada por los demás, con sentido de lo práctico y apego a las maneras simples y sencillas de vivir y trabajar.

A ella se debe la preservación de documentos que son parte hoy de un valioso archivo histórico del que valerse para reconstruir no pocos acontecimientos de la Revolución, de Fidel y de Cuba.

Releer lo escrito por Hart en su despedida es adentrarse en no pocas lecciones de humildad y entrega, quizás sin pensar en ella misma, mientras se daba a la justicia que nunca debe faltar en una Revolución.

No se puede decir en otras palabras que las dichas por el propio revolucionario en aquel memorable adiós: “Entre los héroes históricos de la Revolución Cubana… está la compañera Celia. Ella nos da fuerzas, nos da aliento y nos impulsa con el ejemplo de su vida. Ella nos enseña las virtudes que debemos desarrollar.

“Es ampliamente conocida su extraordinaria sensibilidad y preocupación por las inquietudes, opiniones e intereses del pueblo. Se sabe que ella lograba unir con eficacia sus responsabilidades administrativas y políticas, su trabajo junto a Fidel, con un estrecho, cotidiano y sistemático contacto popular. Nunca relegó a un plano de segundo orden el interés de su nexo inmediato con la población…

“Se interesaba además porque los cuadros de dirección del Partido y el Estado se relacionaran con la población y trataran muy concreta y directamente los problemas sobre los cuales tenían responsabilidades.

“Es más, los días en que grandes problemas nacionales e internacionales tenían que absorber inevitablemente la atención de Fidel, Celia desarrollaba con mayor pasión su comunicación popular. Y esto servía de manera importante a que el Comandante en Jefe pudiera conocer en todo instante lo que el pueblo sentía y quería”. Esa fue la mujer virtuosa, cuyas lecciones no se deben olvidar.

 

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