Guáimaro, la primera Constitución

Cuando se produjo la Asamblea de Guáimaro entre el 10 y el 12 de abril de 1869, el contexto no era, militarmente, del todo favorable. Habían transcurrido seis meses desde el comienzo de la guerra independentista en Cuba y el empuje inicial de los mambises se había ralentizado.

Oriente había perdido a Bayamo, su capital, desde los días de enero, así como los principales poblados tomados en los primeros meses de la contienda. Los patriotas de Las Villas dependían de la cooperación de Oriente y Camagüey para regresar a la ofensiva, según han señalado historiadores. Por su parte, los camagüeyanos necesitaban que la revolución se consolidara en las regiones limítrofes para desconcentrar los esfuerzos de España en su territorio.

Además de la poco favorable situación en el campo de batalla, la existencia de importantes contradicciones interregionales —originadas, entre otros factores, por la especificidad de los intereses y la influencia de corrientes políticas anteriores— amenazaba la consecución de los objetivos comunes. De ahí que la mayoría de los protagonistas de la guerra coincidieran, al menos en principios, en la necesidad de presentar un frente común de combate al colonialismo.

Lo que resulta menos conocido es que previo a la reunión constituyente se suscitaron conversaciones preliminares entre Ignacio Agramonte, enviado de los patriotas camagüeyanos, y Carlos Manuel de Céspedes, iniciador del movimiento independentista y líder de los mambises del Oriente. Estos encuentros ocurrieron, justamente, en la villa que pasaría a la historia de Cuba por dar a luz a la primera constitución autóctona del país.    

La Constitución de Guáimaro

A pesar de las divergencias insuperadas durante la Asamblea de Guáimaro, el hecho de que representantes de las diferentes regiones insurrectas se reunieran y llegaran a varios acuerdos representó un punto trascendental en el proceso de formación de la nación y la nacionalidad cubanas. En tal dirección, la aprobación en ese poblado camagüeyano de una carta magna, el sábado 10 de abril de 1869, fue un hito en la historia del país.

Con la escritura de esa ley de leyes, Cuba se inscribía, por empeños propios, en el concierto de naciones republicanas, en oposición a los retrógrados sistemas monárquicos del mundo occidental. Así, a pesar del estado de guerra, la República de Cuba en Armas recibió el reconocimiento de varios gobiernos, según recoge la historiografía.

En cuanto a la estructura del nuevo Estado, la Constitución de Guáimaro estableció la clásica división burguesa de tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. El ejecutivo radicaba en el presidente, a quien se anexaban cuatro secretarios en calidad de auxiliares. El poder legislativo lo constituía la Cámara de Representantes, que se reservaba la facultad de nombrar y deponer al presidente y demás empleados ejecutivos. El ramo militar quedaba separado del civil y centrado en un general en jefe, nombrado también por la Cámara, y que rendiría cuentas al presidente de la república.

No menos importantes fueron las concepciones aprobadas en torno a los derechos y libertades individuales. Lo más avanzado de la filosofía política de aquella época estuvo presente en la primera constitución de los cubanos cuando su artículo 24 promulgó una declaración radical: “Todos los habitantes de la República son enteramente libres”. De tal manera, el carácter antiesclavista de la guerra se convertía en ley.

Imperfecta como toda obra de los hombres, la Constitución de Guáimaro fue el documento pionero que desde el republicanismo refrendó parte de los valores fundacionales de esta nación. El documento regiría el ordenamiento político y jurídico de los territorios de Cuba Libre durante nueve gloriosos años.